¿O por qué seguir escribiendo, intentando, fracasando? Este es el inicio de un largo/corto proceso, fructífero y/o infructuoso, pero apoyado en el cinismo y la terquedad de consolidar algo, un no-se-qué, dibujar una línea y seguirla, aunque vaya en círculo, aunque no tenga finalidad.
Existe cierto romanticismo extraño en comenzar un viaje con el viento en contra, con mal pronóstico, más aún si los tripulantes exudan cierto pesimismo y fatalidad, pero qué empresa no cuesta, malpaga en sus inicios y se traga todo el tiempo libre; si no se sufriera tanto, no se disfrutarían los pequeños logros.
Esperemos encontrar en el camino, un estilo, una huella particular, una marca. Este es un foro abierto, un llamado público; de las decepciones y de las batallas ganadas, daremos cuenta progresivamente, y seremos testigos de nuestra propia mutación. Todo lo demás, por ahora, nos puede valer un carajo.
Abajo un epígrafe del rebelde escritor colombiano Efraim Medina.
«Uno se mete a escribir porque una chica linda le dijo que le gustaban los escritores, porque necesita una coartada para no trabajar, porque lo hace sentir superior, porque se leyó un par de novelas de vaqueros y quiere entrar en la competencia, porque es un cowboy sin oeste, porque no tiene voz, porque no tiene ritmo, porque está harto de hacerse la paja, porque quiere atorar a una mujer pero no hay forma, porque piensa que tiene algo qué decir, porque no lo dejan estrujar a la reina nacional de belleza, porque está flaco y no hay remedio, porque tiene miedo de morir sin haberle hundido los pelos a una chica linda, porque si un mamón hipócrita como Vargas Llosa escribe cualquiera puede hacerlo, porque sabe que el cine es tiempo perdido, porque tiene envidia de esos mandriles que salen en la pantalla y ganan millones, porque quiere ser como Bukowski a falta de mejores oportunidades.»Efraim Medina Reyes
Ruth Hurtado, poeta paiteña
Hace 1 mes