Se llama a sí mismo Yatiri.
Yatiri en aymara quiere decir sabio o brujo.
La sabiduría concebida como brujería es un rasgo común en todas las culturas primitivas.
La primitiva sociedad agraria aymara no fue la excepción. Esta nación oprimida por más de 500 años desde la conquista española y antes otros 500 años por el imperio de los incas, ha podido mantener su cultura casi intacta como una defensa de su identidad, pero no ha podido desarrollarla más debido, precisamente, a su condición de nación bárbaramente oprimida.
Estancada en el precapitalismo, ha permanecido en su visión supersticiosa de la naturaleza.
La sabiduría del Yatiri no se basa en la ciencia (conocimiento de las leyes internas objetivas de la naturaleza), como ocurre en la sociedad moderna, sino que se asocia con el poder de controlar las fuerzas sobrenaturales que suponen gobiernan el mundo y la vida de los hombres.
El hombre, a diferencia de los animales, ha desarrollado un grado de conciencia cualitativamente diferente al de las demás especies, que le permite comprender el mundo; así ha ido descubriendo, en la práctica del trabajo, las leyes objetivas de la naturaleza (ciencia) al mismo tiempo que ha ido adquiriendo dominio sobre ella (tecnología) y capacidad de transformarla para su propio beneficio (industria).
Renegar del conocimiento científico, en nombre de la cultura indígena, es, primero, un insulto a la capacidad intelectual y a la condición humana de los indígenas, pero, sobre todo, es una posición profundamente reaccionaria; hacer apología del atraso es conformismo que sólo contribuye a remachar las cadenas de opresión que soporta el país y particularmente las naciones nativas, por parte del imperialismo y la burguesía blancoide.
El único parámetro objetivo para clasificar a una sociedad como superior a otra es su mayor capacidad productiva, el grado de dominio que haya alcanzado sobre la naturaleza.
El capitalismo produce sólo para generar la ganancia que se apropia el burgués. En ese afán utiliza la ciencia, la tecnología, el arte, en su beneficio en desmedro de la sociedad y de la naturaleza misma.
La respuesta no es volver a la animalidad (equilibrio con la naturaleza), sino expropiar la gran propiedad privada burguesa para instaurar la propiedad social de los medios de producción y utilizar todo el potencial de la tecnología y el conocimiento científico modernos para producir en beneficio directo del conjunto de la sociedad y transformar la naturaleza sin destruirla.
Los indianistas son unos impostores reaccionarios, defensores de la propiedad privada; por eso inventan teorías absurdas y se las atribuyen, arbitraria y abusivamente, a la cultura y el pensamiento andinos.
Ruth Hurtado, poeta paiteña
Hace 1 mes