Las ciudades, como las personas, tienen alguna vez en su trayectoria un momento mágico, un tiempo extraordinario que irrumpe casi sin avisar y convoca todas las grandezas de una en un magma vigoroso que brilla en su propia incandescencia, sea el París de las vanguardias, el Moscú de la revolución, la Nueva York del jazz, el Berlín de la república de Weimar o la Praga del 68. En el Perú ese momento llegó hace cerca de ochenta años en Puno, una ciudad cuya frontera le regaló los innovadores vientos occidentales desde la Argentina. Pero en aquel momento especial (el impacto de las revoluciones mexicanas y rusa, el estallido de las vanguardias artísticas, la consolidación del discurso indigenista, etc) aquellos jóvenes intelectuales y artistas puneños tuvieron el acierto de no copiar sino de interpretar; no imitaron las nuevas modas, dialogaron con ellas y sacaron sus propias conclusiones. Se atrevieron a ser originales, a hablar con su propia voz. Y los resultados están en toda la impresionante vorágine que significó el grupo Orkopata, el boletín Titikaka, Carlos Oquendo de Amat y Gamaliel Churata, por hablar de las cotas más representativas de aquellos años que, desgracia nacional, no tuvieron continuidad en un país que diez años después viró hacia un hispanismo retrógrado y conservador. Todavía hoy, al leer las páginas de El Pez de Oro o los versos de Cinco metros de poemas sentimos una terrible envidia: aquel arte sigue siendo, casi un siglo después, vanguardia pura. Sigue siendo algo nuevo, nos sigue diciendo imágenes y conceptos increíbles, nos sigue sorprendiendo una y otra vez. Esa es, pues, la verdadera riqueza del arte, ser invariablemente actual pese al caminar de los años.
Y hoy, la Ciudad del Lago parece alistarse para otra época similar. En el tercer milenio, los escritores puneños trabajan las banderas de proponer voces propias que respondan con lucidez al discurso hegemónico de la capital y a ese tornado cultural que es la globalización. Hoy desde Puno se pide reescribir la historia de nuestra literatura, ofrecer una nueva perspectiva en nuestra crítica literaria, rescatar voces olvidadas, proponer temas y modelos narrativos alternativos, inyectar otro acento a la poesía, volver a pensar este país desde otra identidad y otro conocimiento. Crear debate, el debate.
Las viejas torres de marfil de nuestra oligarquía están siendo sitiadas por nuevas voces y corrientes culturales -todas de innegable color popular- que están descubriendo otro Perú a los ojos de sus propios connacionales. Los conos de Lima, lejos de adherirse al estilo criollo de las capas hegemónicas, han creado su propio espacio, su propio mercado, su propio lenguaje y, cómo ignorarlo, su propia estética. Las provincias del interior, merced al experimento de los gobiernos regionales, bullen de iniciativas políticas, económicas y culturales que no siempre son del agrado del gobierno que ocupa el rancio palacio de Pizarro. La genuina movilización popular contra los abusos de las compañías mineras y la corrupción institucional (los congresistas son probadamente violadores y corruptos, ex militares genocidas en los servicios de inteligencia, cocainómanos en las capas altas, y un etc larguísimo) son solo la punta de un iceberg que contiene una nueva sociedad en gestación.
¿Se está reandinizando el Perú? ¿Tiene todavía sentido hablar de lo andino en pleno siglo XXI o hay que inventar un nuevo término? ¿Acaso la matriz cultural andina se está disolviendo en contacto con otras influencias occidentales en fatal sincretismo? ¿O estamos hablando de una cultura andina dinámica que es capaz de absorber y digerir a su manera las diversos flujos culturales del exterior, y reproducirse continuamente como los programas de Windows?
Ese debate, ignorado a conciencia por la clase dominante peruana, es el que debe ya promoverse en voz bien alta por los escritores del Perú. Y es imprescindible que los hermanos de Puno, de cuya fortaleza y riqueza cultural hablan estas páginas, nos den su criterio y opinión. Es su hora.
Javier Garvich/ editor
Editorial de la REVISTA PERUANA DE LITERATURA nº 3
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