martes, 22 de enero de 2008

El mundo Aimara de José Luis Ayala

Feliciano Padilla

1. ESTRUCTURA DEL LIBRO:
“Literatura y cultura aimara” constituye un libro monumental de la cultura peruana, no sólo por la vastedad del trabajo, sino, por la excepcional importancia del mismo. Ha sido escrito por el aimara José Luis Ayala; por tanto, es una mirada desde adentro. Contiene 17 trabajos articulados entre sí bajo un mismo espíritu y publicado por la “Editorial Universidad Ricardo Palma”, Lima 2002, 454 p.
Se trata de una obra de naturaleza etnolingüística en la que se puede leer discursos de carácter mítico, histórico, literario, lingüístico, ideológico, político, sociológico filosófico y antropológico. Es una obra vasta escrita por primera vez en la historia de Puno y del país. Numerosos investigadores peruanos y extranjeros escribieron sobre la cultura aimara desde que Ludovico Bertonio publicó en 1622 el primer diccionario de la lengua aimara con pie de imprenta en la ciudad de Juli. De los últimos estudiosos citamos a Xavier Albó, Hans Van Den Berg, Lucy Briggs, Thomas Büttner, Martha Hardman, Luis Enrique López, Domingo Llanque, Rodolfo Cerrón- Palomino y muchos otros. Sin embargo, es justo decirlo, escribieron trabajos parciales sobre aspectos distintos de la cultura aimara. La obra de Ayala es de mayores alcances y de una visión holística; sobre todo, producto de una mirada desde adentro, tal como afirma Martha Hardman, en el prólogo del libro.

2. VALORES CULTURALES QUE REPRODUCE EL LIBRO DE AYALA.
En el primer libro titulado Mitos y Leyendas se incluye las leyendas de Mallku Q’apha y Mama Uxllu de Garcilaso de la Vega, de Thunupa en versión de Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua, de Tici Viracocha en versión de Juan de Betanzos y otra de Cieza de León y, también, la leyenda de Viracoha por Pedro Sarmiento de Gamboa. ¿Qué conclusiones podemos sacar de estos textos? Que la creación del mundo está relacionada con el espacio del Collasuyo y del Lago Titikaka. Que nuestros Dioses no son demiurgos, es decir, almas universales creadoras del mundo y de los hombres a partir de la nada. Las leyendas de Thunupa, Tici Viracocha, Viracocha, etcétera, así como los mitos de Wallallo Karwincho, Kuniraya, Pariaqaqa o Cawillaca, nos confirman que nuestros Dioses tienen carácter de inmanencia. No son sobrenaturales, sino, de carne y hueso, especie de héroes de mucha fortaleza y poder, o elementos de la naturaleza como el cerro, el lago, el sol, la luna, lo cual hace también de que el mundo quechua/aimara sea animado y panteísta. Animado porque todos los elementos de la naturaleza tienen vida, por una parte y; por otra, son sagrados como La Pacha Mama, los Apus y la Mama Quta, por ejemplo.
En el segundo libro NARRACIONES ORALES se incluye 31 textos bilingües de la narrativa oral, escritos en aimara y castellano. Al final de los textos, se cita el lugar y el nombre del informante y; otras veces, la fuente, cuando se ha tomado de otras antologías. En estos relatos se reproducen los valores reverenciados por los aimaras que, como comparten constantes axiológicas con los quechuas, bien puede hablarse de valores de la cultura andina. El relato “El viento, el granizo y la helada”, en versión de Domingo Sayritupa Asqui, es la historia de una madre viuda y sus tres hijos, cuyas transgresiones a las normas de honestidad y trabajo provocaron la muerte de la madre, pero, para vengarse se convirtieron en viento, granizo y helada, elementos rechazados y odiados por los productores agrícolas, ya que el viento llena de polvo las plantas, las parte, las tumba o las saca desde sus raíces. El granizo, por su parte, destroza las chacras y la helada quema las plantas.
En el cuarto libro “CANTOS Y CANCIONES”, se presenta variados textos de temática diferente. Como se sabe, la poesía aimara o quechua no se expresa como la poesía occidental, a través de estrofas e imágenes para ser leídas y escuchadas. La poesía aimara viene articulada con melodía y danza, además de rogaciones a los Dioses en los actos rituales. Esta poesía se expresa por medio de harawis, ayatakis, kaswas, wifalas, etcétera. La poesía que aparece en aimara sin vinculación con el canto y la danza ha sido creada modernamente por los mismos aimaras o por mestizos con identificación aimara como sucede con los poemas presentados por Víctor Ochoa Villanueva y en “Vicuñita”, un hermoso poema escrito por José Portugal Catacora. Las Canciones para Difuntos recopiladas por Mario Franco Hinojosa, en cambio, sí son una buena muestra de poesía aimara.
Respecto al quinto libro Q’AXILUNAKA (Kajelos), se puede decir que, por la presencia de la guitarrilla y del charango y, más aún, del caballo, el kajelo, poema cordillerano por antonomasia, es una creación posthispánica que recrea la iniciación sexual de los jóvenes aimaras a través de la danza, la canción y las palabras. Estas canciones están llenas de gracia, agilidad, ironía y mucho ingenio, tal como puede observarse en: “Mi kawallo y mi mujiera al mismo tiempo se han morido. Yo no siento por mi mujiera, más me siento por mi kawallo. Porque ese kawallo me llewawa de una mujiera a otra mujiera”. Se constituyen, en este momento, en lo más auténtico de la poesía aimara, que ha sido continuado por eminentes puneños-aimaras como Ubaldo de la Riva Bermejo, Félix Paniagua Loza, José Portugal Catacora y Andrés Dávila Martínez, más conocido como el Pupa Dávila, cuyos textos en aimara se encuentran en este libro.
Los demás libros son igual de importantes, pero destacan “Adivinanzas” por la ambigüedad de las expresiones que da lugar a varias interpretaciones y por el fino humor desplegado a lo largo de los textos. Los trabajos: Política e ideología, Ensayo, Historia, idioma aimara y Jaqisofía, constituyen la columna vertebral sobre la que se levanta el edificio cognitivo; sobre todo, Jaqisofía, por estar relacionada con la forma de conceptuar y representar el mundo y, con el proyecto histórico de los aimaras.
En muchos de los textos contenidos en este libro hemos podido registrar estos valores y otros como la reciprocidad, la relación hombre-naturaleza, el valor trabajo, el valor sabiduría y la comunión hombre-naturaleza.
La reciprocidad es un valor esencial de la cultura aimara y, andina, en general, que se configura como una relación social que vincula a una persona con otra, a una persona con la comunidad, a una comunidad con otra comunidad, mediante el flujo de bienes y servicios. Enrique Mayer decía que era la forma principal de relación que los comuneros establecían en el proceso de la producción y en toda la vida social y cultural de la comunidad. El ayni, el apaqata, etcétera son ejemplos de reciprocidad que aún se practican en las comunidades y que están presentes en varios textos del libro que comentamos; por ejemplo en “El viajero y sus dos perros” recopilado por Samuel Miranda Flores, que relata el hecho de cómo los perros Tomay Carisa y Wayway Carisa salvan a su dueño de la muerte a manos de un kharisiri (degollador). A partir de aquel día la gente quiere y trata bien a los perros. A cambio, éstos les son fieles y les prestan una serie de servicios de seguridad.
La relación hombre-naturaleza, es igualmente, otro valor importante de la comunidad que se deriva de su concepción del mundo y de la vida. Recuerde que todos los elementos del mundo, incluido los componentes inorgánicos como el agua, el cerro, la tierra, tienen vida; además de ser sagrados. Este hecho hace que el hombre sienta un gran respeto por la naturaleza. La tierra, el agua y el aire no pueden ser deteriorados. El hombre toma de la tierra lo necesario para el bienestar y seguridad de la comunidad. En Occidente, donde la plusvalía y el mercado son los dioses que determinan las relaciones injustas entre los hombres, la tierra es objeto de explotación. En la cultura aimara, no; por el contrario, hay que hacer el pago a la Pachamama para tomar de ella lo necesario. Las preocupaciones ecológicas que el mundo moderno empieza a sentir, hace muchos siglos fueron pensados y resueltos en nuestra cultura. Este valor está presente en varios textos y, particularmente, en “Canto a la Semilla” recogido por Víctor Ochoa Villanueva.
El valor trabajo: En las comunidades aimaras se respeta al que trabaja y se menosprecia al ocioso. El trabajo, en una comunidad donde las relaciones son simétricas, democráticas, viene a ser la realización cabal del hombre. De esa actividad individual o colectiva depende el proyecto familiar o comunal. Por tanto, el trabajo no es actividad molestosa, difícil, sacrificada en tanto causa agotamiento y deterioro, sino, feliz e integradora. Este valor se ha podido registrar en “El viento, el granizo y la helada”, que hace alusión a aquellos tres jóvenes que fueron castigados por ociosos.
El valor sabiduría: En el mundo aimara se respeta al que sabe. Los viejos son los poseedores de la sabiduría, la memoria viva de la comunidad. Los viejos conocen la historia de la comunidad y de las familias. Saben cómo la comunidad pudo vencer en el pasado las sequías y las inundaciones y pueden ahora orientar adecuadamente en un momento similar de desgracia. Entonces el viejo es respetado y ocupa un lugar de privilegio en la comunidad. En cambio, en las sociedades modernas, los viejos son considerados como seres inservibles o un pesado lastre.
El Pago a la Pachamama ofrecido por el yatiri Lucas Ochoa Colque, cuyo texto ha sido transcrito por José Luis Ayala, nos habla claramente de la posición privilegiada que el viejo ocupa en la sociedad aimara. Esta imagen de privilegio puede verse, incluso, en la interpretación de los sueños. Si un aimara o un andino se sueña con un anciano significa que Dios lo ayuda y protege.
El valor apego a la comunidad es la expresión de la lealtad cultural y lingüística; el respeto de la vida comunal y el cumplimiento de sus normas. Significa fidelidad y mantenerse alerta ante lo extraño y desconocido. Esas bellas historias de amor con finales trágicos que tratan de los amores entre lagartos y jóvenes campesinas, entre culebras e imillas, entre escarabajos y hermosas muchachas e, incluso, esas historias de kharisiris y degolladores sacasebos, no son sino, una forma de llamar la atención para que los miembros de la comunidad sean leales a su mundo y se mantengan vigilantes ante lo extraño, tal como puede observarse en los cuentos: “Del joven que amó a la perdiz” y “El búho y la joven”, recopilados por Domingo Sairitupa Asqui y, “El escarabajo y una joven” en versión de Lorenzo Wawaluque Cutipa Todos los cuentos que comento están contenidos en esta obra.

Este libro de Ayala da para muchísimo más. Yo, apenas he podido husmear en su faceta de los valores culturales. De acá de unos años estoy seguro que merecerá estudios más serios y desde varias perspectivas. Entre tanto, queremos felicitar a José Luis Ayala por esta obra monumental donde vibra nuestro espíritu, nuestra sangre, nuestra filosofía, nuestros conceptos de espacio y tiempo. Es más, su proyecto histórico y su criterio de la tecnología simbólica y desarrollo.
¿Ahora qué dirán los doctores? ¿Nos seguirán subestimando? ¿Nos seguirán marginando y segregando? ¿Querrán cambiar nuestra cabeza por otra? ¿Seguirán pensando que los indios somos un atraso, que nuestro pensamiento no corresponde a los tiempos modernos? En homenaje al libro y a José Luis Ayala, pido a José María Arguedas que responda a estas preguntas:
“/¿Qué hay a la orilla de esos ríos que tú no conoces, doctor?/ Saca tu larga vista, tus mejores anteojos. Mira, si puedes./ Quinientas flores de papas distintas crecen en los balcones de los abismos que tus ojos no alcanzan, sobre la tierra en que la noche y el oro, la plata y el día se mezclan. Esas quinientas flores son mis sesos, mi carne./ ¿Por qué se ha detenido un instante el sol, por qué ha desaparecido la sombra en todas partes, doctor?/ Pon en marcha tu helicóptero y sube aquí si puedes.../ ¡No huyas de mí, doctor, acércate! Mírame bien, reconóceme. ¿Hasta cuándo he de esperarte?/ Acércate a mí, levántame hasta la cabina de tu helicóptero. Yo te invitaré el licor de mil savias diferentes.../ “
Los aimaras y los quechuas queremos ese Perú de todas las sangres soñado por Argüedas, donde las relaciones interétnicas no sean de jerarquización sino de reciprocidad y armoniosa convivencia. Libros como el de José Luis Ayala nos ayudan a conocernos mejor y nos dan seguridad para mirar el futuro con esperanza.