lunes, 5 de noviembre de 2007

La poesía del post-2000, o ¿el declive de la tradición poética puneña?

Por Luis Pacho*

¿En qué anda la nueva poesía puneña? ¿Quiénes son sus exponentes? A estas alturas ya va siendo hora de dar una mirada pausada, serena y atenta a lo que está ocurriendo a finales de este 2007 en el proceso de la literatura puneña. Claro, un poco para completar el panorama luego que circularan dos artículos casi recientes. El primero firmado por Gabriel Apaza, vía correos electrónicos y blogs, titulado Sobre literatura puneña última, en el que el autor, poeta de los 90’, arremete contra escritores de su misma generación y los supuestos flancos débiles que éstos muestran. ¿No ve nada después? El segundo bajo en título: La desmesura en el uni-verso de la poesía puneña actual (Pez de Oro Nº 14 de reciente edición) de Darwin Bedoya, en el que centra su artículo en autores nuevos del norte de Puno. En ese sentido, el presente intenta hacer, no un catastro poético detallado sino al menos un balance de esta nueva generación, diríamos del post-2000. Entonces, ¿qué hay después de los 90’ o no hay un después?

“Grupos”, talleres y concursos.

1. En Puno, un colectivo joven fue UYARIK ARU. Robin Riquelme, su promotor; y, La Casa del Corregidor, su centro de operaciones. Aunque el prejuicio pueblerino los emparentó con la “pituquería” puneña, es oportuno relevar la trascendencia de sus actividades de promoción cultural: Exposición de libros, simposios y conversatorios de diversa temática, así como su conocida proyección de películas de cortometraje. Para lo que nos interesa, resaltamos las Tertulias literarias, la edición del boletín cultural-literario De Mulas, Búhos y otros Escribientes y la Convocatoria al 1º y 2º Concurso de Poesía Joven. El boletín fue la muestra de esa especie de experimento colectivo por mostrar el otro rostro de la literatura puneña: el espacio urbano de Puno, y tal vez ¿reproducir la movida literaria juvenil de Lima?

2. Uyarik sirvió para conocer el trabajo poético de varios jóvenes, entre las que destaca Alexandra Talavera. Nuestra joven poeta hizo una actividad inicial rutilante y singular, dada su participación en recitales de Lima y el norte del Perú, hasta ser seleccionada dentro de los tres “ganadores” del 2º Concurso de Poesía Joven organizado por Uyarik (autores menores de treinta años, según las bases). Poesía a 3809 metros (Lago sagrado editores, 2005), se llamó el libro en el que se seleccionó, además de Alexandra, a Florencio Choque y Carmelo García.

3. Al calor de los recitales de poesía llevados en la Facultad de Derecho de la UNA de Puno, además de tener docentes y estudiantes con presencia literaria en Puno, nació en julio del 2002 el Taller de literatura “Anclas en el cielo”. El entusiasmo de José Luis Velásquez, Feliciano Padilla, Rafael Vallenas y Bladimiro Centeno, lo hicieron posible. Era grato ver la gran confluencia de estudiantes de las Facultades de Educación, Antropología, Derecho e incluso del Instituto Pedagógico. En su momento, este “grupo” fue una especie de antípoda del “grupo” que se gestaba en La Casa del Corregidor. Pero como todo ejercicio escritural que requiere paciencia, persistencia y temple, poco a poco fue quedando escuálida hasta desparecer prácticamente. Para no decretar ipso facto su defunción, hay que señalar que algunos de sus integrantes persistieron hasta publicar una muestra en la Revista Pez de oro, y se dice, una edición a cargo de Proyección social de la UNA. Si bien el taller privilegió la narrativa, permitió ver el trabajo poético de Helen Ticona. Helen junto a Alexandra Talavera, constituirían las posibilidades de la poesía puneña escrita por mujeres. Por fuentes cercanas, sabemos que los que quedan de este taller, continúan su labor en un espacio más familiar dirigidos por Bladimiro Centeno. Veremos qué nos deparan.

4. Otro parece ser el caso de Juliaca, en la que se puede ver una gran emoción y efervescencia juvenil por la literatura. Es así que al entusiasmo desatado por los Concursos de poesía (declamación también) de la CADELPO bajo la batuta de Wálter Jilapa, la actividad de promoción que realiza la sobreviviente ANEA San Román con Wálter Bedregal a la cabeza, así como los Concursos Eros del Pronepsa San Román o la actividad esporádica del Taller de literatura “La tribu de los espantapájaros” dirigida por Fidel Mendoza y Darwin Bedoya, hay para muestra algunas plaquetas, libros y nombres que se pueden mencionar.

5. En esta ciudad, según Bedoya, se han publicado los siguientes libros: Ecos desde el alma (Edición artesanal, 2002) de Jaime Noriega Vélez, Canciones solas (Impresiones San Salvador, 2004) de Antonio Moya Quispe, Rumor (Ediciones Radar de Voces, 2004) de Vicente Ytusaca, Nostalgia del ande (imprenta DISGRAF, 2005) de Jhony Elver Tinta y, Brío del trovador (Hijos de la lluvia & LagOculto editores, 2007) de Fernando Chuquipiunta.

6. No mencionado por Bedoya, a este grupo habría que sumar a Luis Kenni Adco quien publicó Triana a mi sendero (2003) y Herido de libertad (2004). Así como hay que sumar a Dionisio Apaza autor del reciente Retorno a la soledad (Hijos de la lluvia & LagOculto editores, 2007).

7. Respecto de estos poetas jóvenes del flanco juliaqueño, sólo me remitiré a la opinión mordaz, pero no menos cierta de Darwin Bedoya: “Parece que la crisis poética se está intentando resolver prosísticamente o sancochando palabras con unos devaneos maniacos envueltos en una pura emoción. No pasa absolutamente nada. Chanfainas. Es una simple e iracunda desesperación, nada más. Hay algunos poemas en los que se puede ver pura salchipapa combinada con un arroz chaufa hasta las caiguas, es justo ahí donde se puede, a duras penas, paladear el cairel de su deleznable discurso. Entonces quedan lejos las artes culinarias, los buenos chefs y las viandas. Sólo hace falta lo mejor: la poesía o el goce estético”.

Libros y autores ¿resaltantes?

1. Creo que fue Gabriel Apaza quien acuñó aquella feliz etiqueta de Generación de fin de siglo o Generación del 90’ para designar a los poetas nacidos entre los años 68’, 69’ o los primeros años de los 70’. A los poetas de este post-2000, nadie y menos ellos asumen etiquetas generacionales. Anoto esto de las “generaciones” como un concepto más o menos funcional y útil para "ordenar" el panorama, así como para hacer lecturas cruzadas y no camisas de fuerza que poco explican nuestra realidad, heterogénea, plural y, ese siempre, abanico de posibilidades.

2. Una forma de medir el pulso a esta hornada es hojear el corpus orgánico publicado hasta el momento, una mirada a esa especie de coordenada que se ha ido formando en estos últimos años. Así pues, una selección apretada de quienes han publicado hasta el momento nos remiten a Luis Keni Adco, Tríana a mi sendero y Herido de libertad (Edición del autor, 2003 y 2004, respectivamente); Alexandra Talavera, Poesía a 3809 metros (Lago sagrado editores, 2005); José Luís Velásquez Garambel, Ojos de cisne (Proyección social de la UNA, 2007) y Gitana (Edición del autor, 2007); Fernando Chuquipiunta, Brío del trovador (Hijos de la lluvia & LagOculto editores, 2007); y, Dionisio Apaza y su reciente Retorno a la soledad (Hijos de la lluvia & LagOculto editores, 2007).

3. De este grupo, Alexandra Talavera -pese a un probable retiro de los predios literarios-, junto a José Luis Velásquez serían las voces más resaltantes. El autor de Ojos de cisne y Gitana, sobresale, y para bien o mal, Saúl Castellanos es su seguidor. Aunque Velásquez pretende reeditar, sin mucho éxito, algunas audacias del vanguardismo de los años veinte del siglo pasado. Especialmente, el formato del libro-objeto y la poesía próxima a Oquendo. Sin embargo, a José Luis, parece ganarle su incursión en otras áreas. Es investigador y “filósofo” en ciernes, narrador, editor y un incansable promotor cultural. Hay que reconocerlo, se trata de una de las mayores posibilidades de la intelectualidad puneña última, especialmente cuando incursiona en el ensayo. Una muestra de este último es El hombre y el cosmos en la concepción filosófica andina y Movimientos sociales y la escuela en el altiplano (1860-1930).

4. Esta coordenada puede continuar con aquellos que todavía no han publicado. Algo o mucho se puede esperar de Saúl Castellanos, Helen Ticona, la misma Alexandra Talavera, y alguna otra ¿sorpresa? ¿Tal vez el anunciado libro de Itusaca?

5. En resumen, diríamos que la poesía de este post-2000 emerge con Alexandra Talavera, crece con José Luis Velásquez, pero decae (ojalá no estrepitosamente) con Fernando Chuquipiunta, ¿el mismo Kenni? o ¿Dionisio Apaza? Pero, como la poesía es trabajo de orfebre, veremos si posteriormente estos poetas logran un libro con mayor fortuna y un mayor trabajo con la palabra.

El declive de la tradición.

1. ¿Asistimos al declive de la tradición poética puneña? Tal vez sea apresurado y probablemente no me corresponda decirlo, pero el corpus de lo escrito y publicado hasta el momento, así lo evidencia. Aquella tradición que viene desde Okopata con el fundacional Alejandro Peralta, Oquendo, Luis de Rodrigo, la que sigue con Efraín Miranda o Dante Nava, la que nos traería luego la PICOA con Aramayo, Zaga, Ayala y Mendoza, pasando por los 80’ con Herrera, Espezúa, Velarde o Palza, hasta llegar a los poetas de Fin de siglo, parece diluirse hasta mostrar un rostro difuso y lejano del que aún no podemos decir mucho.

2. Recordemos que los poetas de los 90’ surgen en un espacio marcado por la violencia política, el autogolpe de Fujimori y la vergonzosa corrupción de su gobierno, así como la imposición del capitalismo y la postmodernidad con sus características: la economía neoliberal, la globalización y el acelerado avance científico tecnológico, luego de la desintegración de la URSS y la caída del Muro de Berlín.

3. A los poetas de este post-2000, ¿qué les hace falta? ¿Referentes? ¿Lecturas? ¿El panorama político y social les es indiferente? ¿Repercute en ellos “El fracaso político y moral del primer gobierno aprista, de Alan García; la quiebra del bloque soviético, por obra de un estatismo y un burocratismo rígido; la barbarie implantada por Sendero Luminoso; la incapacidad de los partidos de izquierda para avivar esperanzas, articular reclamos, incorporar a las capas medias y a los nuevos actores sociales…” como señala César Lévano? ¿Esta coyuntura en el que nuestros jóvenes poetas han abierto los ojos y empuñado la pluma, difumina el norte que deben tomar? ¿Fujimori ha terminado destruyendo la conciencia estética como señala Vladimir Herrera?

4. ¿Qué caracteriza a esta nueva hornada? Como temática, en algunos se lee la conocida especulación acerca de la condición humana frente a la realidad social y política; pero, en la mayoría, ganan los textos lacrimosos al terruño y al amor romántico. Poesía alegórica, descriptiva y paisajista. Algunos, poetas, tal vez en los más, esas ganar terribles de figurar a toda costa, ese delirio de reconocimiento precoz, aunque con poco talento. Encuentran más atención en la prensa local y poco en los medios especializados.

5. Pero hay algunas cosas dignas de resaltar. Hay que elogiar en muchos de ellos su activismo, su emoción por la escritura y sus audacias en la publicación de un libro. Lanzarse a la piscina, aunque las aguas estén frías, muy frías, aunque no hayamos calentado para el nado, y a veces, en una piscina sin agua, para parodiar a Bedoya. Claro, esto de las publicaciones, siempre harto difícil en un medio tan poco dado a la literatura, a pesar de su tradición e historia. Es más, lo últimos libros, son ediciones de lujo, cosa que no lo hicieron los cultores de las generaciones anteriores.

Los poetas de fin de siglo: los últimos.

1. Hasta el momento, la tradición poética ha concluido en los 90’ o la generación de fin de siglo. ¿Suena osada esta afirmación? Este punto de vista es compartido incluso, autocráticamente, por algunos de los nuevos. Pero habrá que esperar. Algo se viene seguramente. Sin embargo, mientras eso no ocurra, los últimos siguen siendo los poetas de la generación de fin de siglo.

2. Veamos algunas razones para considerarlos últimos, como tácitamente también deja entender Gabriel Apaza. A inicios de los años 1990, se publica Desatando penas (Pachawaray, 1992) de Simón Samuel Rodríguez Cruz. Este libro representó por el trabajo con el lenguaje y por la coyuntura política y social de la década, un libro hito que irrumpió nítidamente en la poesía puneña. Una pauta para marcar la ruptura y continuidad a la vez con la tradición poética puneña posterior a la generación de los 80’ (Espezúa, Herrera o Velarde). Un “ya aparecimos y esta es nuestra poesía”.

3. Lo sucedido después, es casi historia: se convocan los Concursos de Poesía por la ADLA ELEGÍA en Juliaca, se instaura los Juegos florales de la UNA de Puno, así como, algunos Municipios también promueven concursos de esta naturaleza. De estos, la mayoría la ganan los poetas inscritos en los 90’. A la par, se editan revistas y se forman grupos en torno a éstas, se teoriza la literatura puneña, etc, etc.

4. Este post-2000, no nos muestra a un poeta de la calidad de Simón Samuel, de Wálter Paz, de Fidel Mendoza, de Darwin Bedoya o el mismo Gabriel Apaza. No hay un libro que marque nítidamente un punto de inflexión respecto de la generación anterior. No hay una revista temprana y de la calidad de Cualquiercosario y mucho menos un Consejero del lobo. No hay un escritor de la generación que incentive y delinee el cauce -hay que también reconocerlo-, como Gabriel Apaza, que anduvo bastante tiempo con el rótulo de “lapidario”. No hay poetas que sacrifiquen el alma y el bolsillo por la poesía, salvo para sus publicaciones personales. Todo eso parece indicar que, los nuevos, siguen siendo posibilidades expresivas, con las excepciones anotadas, desde luego.

• Luis Pacho, (Laraqueri-Puno, 1969). Ha publicado Geografía de la distancia y codirige la Revista de literatura y arte Pez de Oro.

(Tomado de Los Andes)