lunes, 29 de octubre de 2007

ESPLENDOR DEL SUR

Javier Garvich

Motivos por los cuales Oquendo de Amat, cien años después, vive entre nosotros

Carlos Oquendo de Amat, poeta peruano y universal, ha sido objeto de celebraciones con motivo de su centenario. De París a La Habana, escritores e intelectuales han querido rendir tributo a un poeta aún tan poco conocido entre nuestros compatriotas. En Lima, el Congreso le brindó un escueto y frío homenaje (algo normal teniendo en cuenta que para la mayoría de nuestros parlamentarios Oquendo de Amat les debe sonar a Virrey de la Colonia o a diseñador de modas). Yo preferí rendirle mis respetos al poeta en su ciudad natal. Y en Puno me enteré porqué Oquendo está más vivo que tantos escritores peruanos de hoy.

Nada mejor para homenajear a un gran poeta que ofrecerle el esplendor cultural de sus hijos. Basta hojear la imprescindible Antología de la literatura puneña del escritor Feliciano Padilla para convencernos de la fecundidad de las letras en el Altiplano. Tierra natural de poetas, cuna de grandes narradores, capital de la crítica literaria alternativa del Perú; Puno, además, resulta un espacio mágico donde de la memoria hacemos la literatura. Y de la literatura, la vida.

Noches de tertulia en el club Kuntur. Tazas de café y chilcanos de pisco, escritores jóvenes y veteranos intercambian testimonios. Canta la memoria. Padilla y el escritor puneño Flores-Áybar rememoran el fatal destino de las revueltas campesinas. Como cuando la revolución de 1923 en Huancané, cuando fundaron una República Revolucionaria Tahuantinsuyana y erigieron una capital india en el Altiplano -la ciudad de Huancho-Lima, con un diseño calcado al damero de Pizarro- la misma que fue incendiada hasta los cimientos por la soldadesca de nuestro Ejército “nacional”.

Más testimonios. Elogio de Rita Puma, recia combatiente campesina que debiera ser tan conocida como María Parado de Bellido o Micaela Bastidas. Enrique Rozas Paravicino, destacado poeta e investigador cuzqueño, nos trae el nombre de Domingo Huarca, campesino rebelde que fue a Lima pidiendo justicia y regresó a su pueblo con una serie de nombramientos firmados por el propio presidente Leguía.
Como en Huancané, Huarca quiso construir una ciudad nueva para los indios libres. Nada de eso le permitieron los gamonales quienes terminaron torturándolo, colgándolo y acribillándolo. Muchos años después Andrés Alencastre, versión andina del Doctor Jekill y Mister Hyde -terrateniente abusador de día, atormentado poeta quechua de noche- e hijo de uno de los gamonales que mataron a Huarca, será ejecutado por los descendientes de aquellos vencidos, ahora enrolados en la guerrilla maoísta. Se dice que su cuerpo, cual secreto ritual, recibió el mismo ensañamiento que tuvo el de Huarca. Alucinante.

Más memoria: La Inkánida, una compañía ambulante de teatristas quechuas, músicos incluídos, que en 1923 recorrió media Sudamérica en una gira increíble ofreciendo el arte del otro Perú. Jóspani, veterano periodista, fumador empedernido y septuagenario de corazón joven, nos trae el recuerdo festivo de los hermanos More: El uno periodista mordaz y crítico, a quien el Estado le pagaba pero para que no escribiera una línea. El otro, amigo de Vallejo en París. El tercero, un andean lover que seducía princesitas europeas y cautivó a la mismísima Anaïs Nin ¿Quién dice que sólo se llora en el Perú?

Luego, el hechizo: Henry Esteban, estudiante de literatura en Puno, viene con viejos recortes de periódicos. Henry lleva el documentalismo en la sangre: En su casa tiene habitaciones repletas de prensa añeja e incunables. Henry me pasa un ejemplar de Amauta, tiemblo, es la primera vez que tengo un original entre mis manos: El poema de Oquendo comparte páginas con poesía proletaria de Vitarte, artículos de Bujarin y retratos de Julia Codesido. Henry ha acumulado su archivo sin ningún tipo de ayuda estatal o extranjera, su colección es todo un canto a la persistencia de la memoria entre nosotros.

El peruano necesita la memoria como el agua: Con ella aprendemos de nuestros errores, aumentamos nuestra autoestima, convocamos a la vida. Con memoria José Luís Ayala, el más grande biógrafo de Oquendo, exhorta a que la municipalidad recupere la vieja casa donde nació el poeta, hoy convertida en una pollería infame. Con memoria un juleño octogenario transforma un ruinoso caserón de Huaquina en la hermosa villa donde el poeta Dante Nava pudo escribir “El orgullo aymara” y el ya comunista Oquendo escondióse de sus perseguidores. Memoria es Lucho contándome sus nuevos proyectos editoriales, Maricela mordisqueando una brizna de ichu, Feliciano ansiando escribir nuevos cuentos, Jorge desgranando las luchas universitarias, Eleonor confundiendo Juli con París, José Luís regalándonos anecdotarios de escritores.

Con memoria –y casi sin dinero- los escritores y puneños de bien celebraron el centenario de su poeta más grande. Una pequeña placa, un hermoso concierto folklórico, una ristra de recitales y conferencias. Casi nada en comparación a los fastos con que Chile homenajeó a Neruda. A falta de dólares, teníamos la arcilla de nuestra memoria.

Puno es grande porque recuerda. Oquendo no ha muerto porque todos los recordamos. Nos pueden quitar muchas cosas, demasiadas, pero no la memoria. En ella vive nuestro país, el imaginario y el real.

* Javier Garvich (Lima 1965) Sociólogo, cursó estudios en la Pontificia Universidad Católica de Lima. Ejerció el magisterio en la Escuela Superior de Periodismo Bausate y Mesa y en la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Exiliado en España durante el fujimorismo, fue fundador y después director de Quipu, la primera revista cultural para inmigrantes peruanos en España. Actualmente, es el editor de la Revista Peruana de Literatura.