viernes, 20 de junio de 2008

Y este es el tiro de gracia


AQUÍ FALTA UNO Y SOBRA OTRO

Por: Walter Paz Quispe Santos

Entre las publicaciones más ambiciosas y pretenciosas que se dan a conocer, llama la atención el libro de Walter Bedregal Paz, cuyo texto “Aquí no falta nadie” pretende dilucidar los significados de la poética puneña y demostrar que sólo veintiuno serían los escogidos o los que según él merecen ingresar a una antología de la poesía puneña. Buen intento. Pero reparemos en algunas de las apasionadas elucubraciones selectivas.

Una antología de la poesía puneña, debe tener los puntos de partida bien definidos, unos métodos y criterios de selección claramente establecidos, para afirmar una valoración y señalar los sentidos y significados de la trascendencia y permanencia de los poemas y poetas en el tiempo. Por eso el mejor crítico es el tiempo. El tiempo tiene la virtud de construir, reconstruir y deconstruir el fuego creador del poeta y su creación, sus pretextos y contextos; su presencia e influencia en otros creadores y las rupturas en el manejo del lenguaje poético y sus aproximaciones a manifestarse en la cultura y sus tópicos. Sin embargo, al leer “Aquí no falta nadie” no encontramos ni indicios de cuáles habrían sido esos parámetros, al contrario se notan unas contigüidades enredadas y arbitrarias. Se trata en sí de un ajuste de cuentas al margen de las reflexiones actuales sobre la poesía. Se coteja que más valen los desencuentros con algunos creadores actuales que la dimensión semántica de sus escritos en el tiempo y en un contexto definido: Puno. Y por supuesto para el estudio de los poetas del pasado tal vez sea necesario darles historicidad a sus creaciones para emprender la aventura de comprender sus significados y valorarlos adecuadamente. Me refiero sobre todo a la ausencia de Dante Nava quien con un poema “Orgullo Aimara” supo afirmar la puneñidad como parte de lo andino. Por eso esta rubricado en las mejores antologías de poesía puneña.

¿Qué significa Puno para Walter Bedregal? ¿Cómo entiende sus manifestaciones ontológicas y epistémicas: la puneñidad y el puneñismo? Estos conceptos son importantes, por que a partir de estas reflexiones tal vez las antologías intenten a tener mayor y mejor coherencia literaria. Puno, sin duda es una identidad geográfica, así como lo aimara o quechua son expresiones lingüísticas, o la categoría andino que es una afirmación histórica cultural. Pero de algo debemos estar seguros, que la dimensión histórico cultural abarca lo geográfico y lingüístico. Así el proceso de significación poética contextualizada o descontextualizada de la poesía es expresión de ese contexto.

En una antología de poesía puneña, se trata de procesar la densa y heteróclita realidad andina representada en la producción poética cuyos cultores bajo diversas motivaciones construyen un imaginario o afirman una tradición literaria o lenguaje propio de un espacio específico. Esa tarea es harto difícil si uno quiere guardar relación y armonía entre los pretextos y contextos andinos y puneños. Por ejemplo, Antonio Cornejo Polar para acometer tal tarea con nuestra literatura peruana e hispanoamericana creo la noción del sujeto heterogéneo y sólo así pudo entregarnos una de las tareas críticas más lucidas del proceso que sigue la creación poética en el tiempo.

Por eso, el prologo del libro que lleva el epígrafe de “las puertas se han cerrado” constituye una verdadera impostura intelectual. Las citas directas e indirectas de autores con un estilo farragoso sin coherencia y cohesión, tratan de hilvanar algún sentido justificatorio a lo que llamamos en los estudios del discurso literario como falacias o más propiamente argumentos de autoridad que tiene el propósito de sobrevalorar en el lector destinatario la presencia del antologador y presentarlo como un erudito. Alguna vez el viejo Casona decía que a un texto de un escritor novel generalmente le sobran treinta palabras y les faltan tres. Y precisamente parece ocurrir eso en el prólogo de Bedregal y ese detalle diferencia un buen libro de un mal libro.

Me he permitido colocar el título de “aquí falta uno y sobra otro” en este comentario. Por una razón sencilla, se obvian a poetas que han contribuido decisivamente a la configuración de la poesía puneña. Uno de ellos es José Luis Ayala, sin su vasta experiencia y producción poética es difícil explicar algunos momentos del proceso de nuestra literatura. Hay alguno más. Se trata de Fernando Terral. En muchos casos, la muerte beneficia mucho, pero en este caso sólo el desconocimiento de su poesía, cuya calidad técnica y temática es indudable y mejor que muchos de los seleccionados –me incluyo-, puede permitir no considerarlo en una antología. Terral nos dejó a temprana edad, pero nos deja una obra inconclusa cuyo estudio aun es un reto en la literatura puneña. La muerte no lo benefició tanto como a otros.

Y claro en la antología sobra otro. Se trata de un moqueguano radicado en Juliaca. Había que colocar una aclaración para ubicarlo en una antología de poesía puneña. Algo así como: “poetas de otras regiones que escriben poesía en Juliaca”. Solo así podría entenderse su presencia en el libro. Finalmente, no voy a comentar de las operaciones retóricas que tienen el propósito de maximizar o minimizar la figura de los antologados a través el esbozo biográfico que es muy notoria en “Aquí no falta nadie”.

Con estas palabras expreso mi deseo de abrir un debate sobre las tensiones básicas de nuestra literatura a partir del libro de Walter Bedregal, con un ánimo sincero y reflexivo. Sólo así se evitaran entredichos apócrifos desde bloggers anónimos y que los espacios de discusión sean públicos y con nombre propio. Y lo otro, esa institución republicana que pertenece al lugar común, esa costumbre perversa entre nuestros creadores puneños de conjugar el verbo alabar lejos de toda crítica, sobre todo en las presentaciones de libros. Ya lo dijo Octavio Paz “El espíritu crítico es la gran conquista de la edad moderna. Nuestra civilización se ha fundado precisamente sobre la noción crítica: nada hay sagrado o intocable para el pensamiento excepto la libertad de pensar. Un pensamiento que renuncia a la crítica, especialmente a la crítica de sí mismo, no es pensamiento. Sin crítica, es decir, sin rigor y sin experimentación, no hay ciencia; sin ella tampoco hay arte ni literatura”.

Y con estas palabras al buen entendedor: ¡salud¡