POEMAS HEREJES DE FIDEL MENDOZA
ORACIÓN FRENTE A LA TUMBA DE UN POETA QUE QUISO SER DIOS
No se acerquen a esta tumba, aquí yacen los restos de un poeta, dicen que el muy pendejo fue intelectual. Su cuerpo transpira rosas y huele a papel. Murió de una rara enfermedad que sólo ataca a los hombres inteligentes, perdió el apetito y sueño por unos extraños libros que se arrimó en su cabecera antes de cerrar los ojos. Dijo que se marcharía al infierno para sublevar a los demonios para que nunca se salven de los fuegos, y sigan dando trabajo a los sacerdotes y demás reverendos embusteros, que amedrentan con sus lenguas de trapo a los ingenuos hijos de Dios.
Si quieren recordarlo lean su libro de poemas y cuentos de sus amadas putas. Su libro está escrito con carbón y está dedicado a todos los vagos que pierden el tiempo en las bibliotecas. Sus poemas resumen la historia de las sábanas y sangrientas batallas libradas en el monte de Venus. Recuérdenlo con cariño, sino el revelará nombres de los santos varones que se desvirgaron en los burdeles, también de las mujeres vírgenes que sudaron por primera vez en la cama de los casados. Así dejó escrito en su testamento de mil hojas.
Si quieren orar por él, escupan al cielo, y no se muevan para que les caiga una lluvia de versos, su voz les mojará el alma y volverán a nacer al cabo de nueve segundos. Ahora mismo encomiéndense en su nombre, para que les espere en el río y les lave la conciencia con ternura, y entren por la puerta grande al cielo.
Recojan ceremonialmente sus ojos incandescentes que arden en el candelabro de su tumba. Llévenlo en el corazón, les traerá suerte. Las feas se convertirán en reinas y los espantapájaros en mozos atléticos. Sus ojos son amuletos, no olviden que el poeta es un experto conquistador y profanador de zonas secretas debajo de las faldas.
Siembren un girasol en su tumba, volverá a florecer la sonrisa en los niños y las luciérnagas volverán a iluminar el mundo.
REVERENDO POETA PASTOR DE ESTRELLAS DE PLENILUNIO
Me apresaron al final de un verso, no pude huir, era un verso impermeable, no tenía ninguna salida. Vinieron miles de insectos tras mi aliento a pisco asequible. Me acusaron de haber escrito un poema que sedujo a las novias de los hombres desventurados que pretendían contraer nupcias. Me sacaron a rastras desde el fondo de las palabras. No puse resistencia. Me esposaron con un hilo delgado caído de un brassiere que cuelga olvidado en el tronco que emerge de mis ojos. Me estamparon el cuerpo con el fuego de carnosos labios de púrpura que ayer me besaron apasionadamente, y me flagelaron tiernamente con el pétalo de una flor que creció sobre los obituarios. Comentan que me llevaran a un tribunal del santo oficio que se cobija en el interior de un bar, donde los parroquianos beben sumo de caviar y pastan estrellas en las noches de plenilunio.
Dicen que borraran mi honor y buena reputación de todos burdeles de la ciudad, y desterraran a las magníficas mujeres que me amaron a cambio de un manojo de uvas, también dicen que apresaran al humo del tabaco por dibujar mi rostro en el espacio infinito.
- ¡Debe morir ese pendejo! – se escuchan gritos
Y un fogoso orador con ojos de cernícalo, devoto del señor de los cojudos, se limpia las babas con el puño de una camisa de fuerza y haciendo una bocina con sus manos escarlatas, pronuncia un encendido discurso desde un balcón gótico:
- ¡Los poetas han venido a joder al mundo, a robarnos nuestras mujeres, a decirnos que los puercos son los mejores políticos, y los perros son más inteligentes que nosotros, nos hacen creer la insensata idea que seguimos ciegos a pesar que usamos anteojos. Vienen a vendernos sus libros a media noche y nos interrumpen el placer de los muslos. Son unos pendejos...!
Ahora que estoy a punto de ser ejecutado, les pido alcanzarme una hoja de papel y un lápiz de alfeñique para escribir mi último deseo: ¡Déjeme entrar a sus corazones para encender fogatas todas las noches y cantarles baladas para que vuelvan amar otra vez!
EL BESO DEL RECUERDO ANCIANO Y LA TERNURA DE SU DIOSA AMANTE
El viejo recuerdo de la rosa que floreció en mis anaqueles góticos, hoy anegó los trigales que crecen en mis andenes y madrugadas.
Recuerdo anciano que vagas en la atmósfera del café agitado en la taza, vuelve abrir el pórtico del convento de la hermosa beata que amé locamente en las alboradas.
Abadesa alada, ahora heme aquí rendido y jadeante a tus pies; sin embargo, déjame besar a la niña de trenzas negras que ante mis ojos juró amarme y nunca parpadear mientras no siembre olivos en sus labios. Déjame pronunciar el nombre de la doncella que confesó haberme amado desde antes de nacer. Dame tan sólo un minuto para reconstruir la imagen de la mujer que desde fondo del mar canta valses y arrulla mis ojos en su pecho. Diosa del cielo azul, piensa en mí mientras muero en el regazo transparente de mi amada.
INQUISIDOR DE SUEÑOS
Trasuntan por caminos que se bifurcan en la cicatriz de la rosa que florece en el puñal que sometió a bizancio. Mustios caminan por interminables desiertos, sembrando jazmines a cada paso. Van deprisa, de puntillas persiguiendo sombras de mujeres que se fueron sin dejar recuerdos ni pagar deudas por los besos de la luna.
Veces se echan de bruces esperando la luz de las velas que arden en la profundidad de las cavernas de la tarde, son los devotos del osario que se erige sobre la tierna piel de las manzanas vírgenes. Danzan sigilosamente detrás de las pupilas de la noche, contornean sus caderas a escondidas de fantasmas que deambulan buscando oasis.
Ellos, ahora andan detrás de tus pasos, se deslizan por la estela de tus suspiros, cuelgan de tus pestañas, taladran tus pómulos, golpean tus carrillos, extirpan tus ojos, desmadejan tus recuerdos, abren surcos en tu pecho para sembrar curaré. Son expertos reducidores de cabeza, hoy mismo iniciaran su trabajo maestro con tu cráneo.
Ruth Hurtado, poeta paiteña
Hace 1 mes