Juan L. VillegasHace poco terminé de leer Febrero Lujuria (Matalamanga 2007) de Christian Reynoso. Me hubiera gustado poder terminarla antes, pero los constantes viajes me obligaron a dejar su lectura y una vez terminada, a posponer la redacción de este comentario. Lo primero que hay que aplaudir es el hecho mismo de publicar una novela por todo el esfuerzo que representa, más aún en un medio donde los lectores son cada vez más escasos y la mayoría siempre espera la versión pirata de cualquier publicación. Pero más allá de ello, que se aplica a cualquier texto publicado, hay elementos suficientes para comentarla.
La novela transcurre en Lago Grande, que no es otra ciudad que Puno, y describe los vaivenes de la celebración de la Fiesta de la Candelaria que “paraliza” de algún modo esta ciudad cada febrero. Algunos amantes de la fiesta, otros extranjeros llamados como “foráneos” son algunos protagonistas de la novela. Y su sello es lo que el autor llama con insistencia como el “desenfreno” vivido en la celebración, para reafirmar, también insistentemente, “que así es como tiene que ser y que para eso es la fiesta”.
Al leerla uno no puede dejar de pensar en lo mal que queda un texto, sea cual fuere, cuando tiene errores ortográficos y se pierde en vicios elementales como la cacofonía, silepsis o pleonasmos constantes. Lamentablemente esa es la primera deficiencia de la novela, que bien podría ser una cuestión de edición y cargarse esa responsabilidad a la casa editora (por algo ponen su nombre y su prestigio lo que hace suponer un mínimo de esfuerzo por hacer un trabajo aceptable, para no decir impecable, como en realidad debería de ser), pero siempre la primera responsabilidad es del que escribe.
En cuanto a los personajes da la sensación que no logran aterrizar en la historia. Un grupo de puneños que hablan linealmente, un argentino que se la pasa diciendo “sche” al final de cada frase, una francesa (que por como la presenta está en el límite de la estupidez o el retraso mental) que lo único que hace es sonreír y decir oui oui cuando termina de hablar, o el grupo de delincuentes que utilizan el mismo lenguaje que el cura, el presidente de la Federación Folklórica o que cualquier otro personaje que aparece a lo largo de sus líneas, no terminan ni siquiera por inducir que son quienes dicen que son y que pueden hacer lo que dicen que hacen. En sencillo: los personajes no convencen.
En la misma línea, y una de las cosas que creo está entre las más lamentables es la presencia del poeta Núñez, un personaje que tampoco logra articularse con la historia, a pesar que Reynoso busca constantemente que él sea el hilo conductor de las historias que se van entrecruzando. La novela hubiera perdido poco sin la presencia de Núñez, y Lago Grande tampoco se hubiera perdido de mucho.
De otro lado el texto se pierde en explicaciones de lo que sucede o de lo que piensan los personajes, como tratando de convencer que así es, lo que hace que el lector se sienta envuelto en lo que parece ser un ensayo o una columna de opinión. También hay en el texto la pretensión no lograda de interpretar, cual sociólogo, a la sociedad puneña. Asimismo, se dice mucho y con la misma pretensión anterior busca tener una mirada totalizadora, lo que es, según algunos críticos, uno de los problemas más comunes a superar entre los que están iniciando una carrera literaria.
En cuanto a los aciertos, encontramos en la redacción chispazos de buena narrativa que nos “regresa” o nos hace recordar que estamos leyendo una novela. Lo malo que esto se presenta por breves momentos que son interrumpidos por algunas de las falencias descritas anteriormente.
Definitivamente al autor le quedó grande el reto que escribir sobre la Festividad de la Virgen de la Candelaria. Queda claro que en este intento hubo más ganas que talento y que todavía los escritores puneños –los actuales- están en deuda. También queda claro que la literatura puneña está lejos de lo que solía ser y que las glorias literarias puneñas hoy son sólo un buen recuerdo.
Un amigo me dijo hace poco que no compra novelas de puneños porque no le gusta gastar su plata en cualquier cosa. No comparto esa idea, al contrario soy de los que piensan que en la literatura puneña se presentan elementos suficientes para pensar que podría volver al escenario nacional por la puerta grande, aunque para eso se está muy lejos y los caminos están siendo poco transitados. Yo recomiendo leer la novela para que cada uno se forme su opinión, no por el rollo del “apoya lo nuestro”, sino porque que la literatura, y toda forma de arte, nos hace mejores personas.