El marxismo, los siete ensayos de Mariátegui
Fernando Chuquipiunta Machaca
José Carlos Mariátegui La Chira, a través de sus obras se exhibe no como un discípulo de Carlos Marx, sino como fiel seguidor de los idealistas calificados como son: Georges Sorel, Benedetto Croce y Pietro Cobetti, a quienes guardó admiración incondicional en su esencia espiritual. Filosóficamente hablando, Mariátegui es la luz de la ortodoxia comunista, es el prototipo del hereje anti-materialista. Por ello defiende el socialismo marxista. Sin embargo, pone en tapete final su base epistemológica, al amparo del relativismo, del vitalismo y del pragmatismo e inicia la posibilidad de una reformulación del proyecto político de la modernidad en un sentido similar a la modernidad posmoderna actual.
Los “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” es un himno al racionalismo decimonónicos, contra el culto a la razón y la ciencia, tal y como lo expresó Georges Sorel en Las ilusiones del progreso, de gran influencia en la década de 1920. Es una obra bien elaborada con lógica de tipo calificadamente cartesiano. En su posición lógica, Mariátegui está bajo la tutela de Descartes y no bajo la de Hegel, menos aún bajo la de Carlos Marx. Asimismo, Mariátegui exalta la realización incaica, quema sus mejores inciensos frente al genio organizador de los incas y saluda la obra de lo que heréticamente denomina “Socialismo Incaico”. Federico Engels, enjuiciando precisamente el proceso de la era de los Incas en el Tawantisuyo, le nombra “despotismo feudal, correspondiente a los pueblos que atraviesan la época de la baja barbarie”. El Marxista Federico Engels estaba en contra de la opinión de José Carlos Mariátegui sobre la realidad peruana. Pues, no sería muy distinta la disquisición de José Carlos Mariátegui cuando dice que el relativismo "empieza por enseñar que la realidad es una ilusión, pero concluye por reconocer que la ilusión es, a su vez, una realidad". También afirma que "La fantasía, cuando no nos acerca a la realidad, nos sirve de bien poco. Los filósofos se valen de conceptos falsos para arribar a la verdad".
Mariátegui en Los “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” saluda como advenimiento auroral, el renacimiento de las comunidades indígenas, herencia del incanato y trascendencia del ayllu primitivo. Carlos Marx, en una amplia carta a Vera Zazulisch, la que constituye uno de los documentos fundamentales del marxismo y una de las bases del Materialismo Histórico, anatematiza y condena la comunidad como un rezago de edades tramontadas, como elemento reaccionario destinado a la desaparición obligatoria. Para Mariátegui, la comunidad es lo que debe ser vitalizado y re-establecido en la economía y en la sociología peruana; para Friedrich Nietzsche es lo que históricamente está inculpado como tara, como traba y como peso muerto. A la sazón, lo más sobresaliente es que el Amauta supo escapar de esa clásica polarización entre el ser y la conciencia, aunque se encuentre más cerca del segundo lado de esta oposición. Aunque Mariátegui es en cierta forma un idealista, no siempre lo es en el sentido hegeliano, sino más bien "psíquico e interior", como decía Francisco García Calderón al describir el idealismo de Henry Bergson.
El anatema del komintern
Por estas razones macizas y tangibles la obra de José Carlos Mariátegui La Chira fue oficialmente condenada por la Internacional Comunista, que han empleado sus argumentaciones más poderosas para refutar demoledoramente la obra de Mariátegui. Es más-en forma paradójica-hicieron aprobar oficialmente la tesis en que se aluden las “desviaciones burguesas, que no son sino contrabandos del enemigo de clase”. En aquella tesis se invoca reiteradamente la posición del marxismo, contenida en la carta a Vera Zazulisch, pese al verbalismo inoperante de su proclama de comunista convicto y confeso. Más tarde la Academia Leninista de Moscú, aprobó la requisitoria contra José Carlos Mariátegui, elaborada por los profesores rojos de la misma, encabezado por el profesor Mirochewsky. Esa requisitoria es la crítica más cáustica y acerba que se haya escrito contra la posición y la obra de Mariátegui, en este sentido, nos resulta de suma utilidad decir: que Mariátegui se rebela contra la distinción kantiana entre ciencia, por un lado, y metafísica, por el otro.
La revolucion en marcha
Mariátegui, con toda justeza tipificó al gamonalismo, pero la quiso enfrentar a la comunidad indígena, con criterio innegablemente pasatista. El provenir progresista de la tierra en el Perú está en su incorporación plena a la civilización Industrial, en su paso completo hacia el capitalismo y no en el regreso al ayllu ni al incario. No se puede hacer marchar hacia atrás el carro de la historia sin tornarse reacciones. En efecto, Mariátegui puede manifestarse muy crítico del racionalismo occidental, pero es un ferviente convencido del proyecto de la modernidad occidental.
José Carlos Mariátegui La Chira vivió en plenitud y en profundidad la verdad de su tiempo. Tuvo el mérito de ser hombre de su época. Y en su tiempo, cuando escribió Los “Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana” el sistema capitalista parecía condenado a parecer. No fue un azar que poco después, en 1929, estallaba en el mundo la más grande crisis que haya sufrido el capitalismo. Solamente en los Estados Unidos. Un sistema de tal clase que estaba denigrado y Mariátegui se apresuró a condenarlo. Con este canto a la uniformidad, está claro que Mariátegui no defiende el pluralismo cultural, sino el triunfo socialista.
Ha trascurrido nada más que un cuarto de siglo y el panorama del año 30 es hoy no sólo totalmente distinto sino radicalmente opuesto. Vivimos en un mundo renovado, distinto, pleno de un ánimo creador y revolucionario. La insurrección con la que Mariátegui sonó está en repleta realización con nuestros días. Sólo que no la rivalizaron ni Vladimir Lenin, ni Trotzky, ni Zinoviev. La está realizando el capitalismo de nueva tendencia, de nuevo contenido, que está cambiando la paz del mundo globo-colonizador.
En los días de José Carlos Mariátegui tenia vigencia como esperanza aquello de que “Las Emancipaciones de los Trabajadores era obra de los mismos”. Ahora, a la luz de los cañonazos y de los lanzamientos que achicharraron a los húngaros, esa esperanza se ha hundido en la quiebra fraudulenta. Y vigorosa, terca, indeclinablemente, se instala una nueva verdad que destila de las teorías incuestionables. Pero es bueno resaltar José Carlos Mariátegui rescata el proyecto político de la modernidad occidental, aunque lo hace sin mucha crítica a sus pretensiones ecuménicas. Sin embargo, logra mantener una saludable tensión, en el plano epistemológico, entre lo científico y lo no científico.
Ruth Hurtado, poeta paiteña
Hace 1 mes