Boris Espezúa Salmón
A diciembre del 2007, habiendo transcurrido cincuenta años de la publicación de “El Pez de Oro” obra de Gamaliel Churata, seudónimo de Arturo Peralta Miranda, como admirador de su legado y por el reconocimiento a una obra que a no dudarlo quedará como lo mejor que en el siglo XX se escribió en temática de identidad y de auténtica cultura en el Perú, me permito rendir un homenaje a su autor, y con ello felicitar todo homenaje a ésta inconmensurable libro de nuestro pontífice de las letras puneñas que con el correr del tiempo es más digerido, mejor entendido, y enormemente reconocido.
Pocos recuerdan y hacen mención a una fecha memorable el 30 de enero de 1965, cuatro años antes de la muerte de Gamaliel Churata, que en una conferencia que el autor del Pez de Oro ofreció en el Cine Puno de nuestra ciudad, organizado por el Grupo Intelectual Chasqui, empezaba en sus palabras a señalar: “Que el libro no había logrado mayor difusión por su limitado tiraje, y que sin embargo no había dejado de inquietar a espíritus acuciosos y que influiría en la nueva concepción del Americanismo”. En estas palabras Gamaliel, presagiaba que el futuro del Pez de Oro iba a ser de generar mayor polémica y abriría brechas e inquietudes en los intelectuales del país y del mundo. Efectivamente, en los últimos años ha venido pasando que muchos estudiosos empezaron a sumergirse al contenido del Pez de Oro, como Cynthia Vich, Jazmin López Lenci, Aldo Medinaceli, Rolena Adorno, Ricardo Badini, Martin Liendhard, Miguel Angel Huamán, Antonio Cornejo Polar, Aymara Llano, Josefa Salmón, Manuel Pantigoso, Omar Aramayo, René Calsin, José Luis Ayala y muchos otros más, lo que confirmaba la proyección del propio Churata en la conferencia donde trataba de explicar ¿Qué es el Pez de Oro?
Sin embargo por tratarse de un hecho singular que tiene que ver con el contenido de El Pez de Oro, sigamos recordando aquella conferencia de Gamaliel Churata, el propósito del autor fue tratar de explicar ante aquél público ávido de escucharlo después de 30 años que no vieron a uno de sus hijos predilectos por estar radicando en Bolivia, ahora tenían la oportunidad de admirarlo a un hombre que encarnaba la lucidez y el arraigo andino, y este hombre sereno y pétreo a la vez pausadamente habló: “En el Pez de Oro o la dialéctica del realismo psíquico, alfabeto de lo incognoscible los personajes no son personas humanas; son símbolos zooticos del corazón del hombre. Esto es, son animaciones simbólicas de la humana naturaleza y como representan entidades biológicas, de entrada entendemos que el Pez de Oro es la imagen de los genes del hombre, del hombre de nuestra tierra, esto es el Khori Challwa. Que es la semilla del hombre del Tawantinsuyu, nuestra patria histórica; y el Khori Puma, el Puma de Oro, símbolo del hombre matriarcal de la edad lunar, del cielo de la Mama Chilla” Aquí, Churata se refiere al simbolismo de su obra expresado en los símbolos que como el Khori Challwa y Khori Puma expresan la ubicación del hombre en el cosmos, donde se hace relieve a los genes del hombre como esencia biológica del macrocosmos y del microcosmos base fundamental del Tawantinsuyu, en ello el autor señala que: “Si quisiéramos seguir el decurso histórico de la América fundamentándose en la semilla, y en el Titikaka, su exploración tendrá que conducirnos a establecer la psiquis embrional del Pez de Oro, y la sociología del felino andino que es el Puma”.
En estas palabras encontramos una de las bases primordiales del objetivo de su obra hablar del Realismo Psíquico, que para Churata era la conciencia andina su intimidad orgánica donde radica la verdadera naturaleza humana tanto a nivel personal como social, expresada en símbolos al señalar que es la psiquis embrional que fundamenta la razón de América . Este simbolismo Churatiano es una de sus singularidades porque a lo largo de su obra señalará el significado del ordenamiento universal del hombre andino y su entorno cosmogónico. El simbolismo que encarna hará posible llegar a significantes más insospechados de entender amplia y esencialmente la naturaleza humana, y la naturaleza de su genital, de su razón de ser y su fundamento de existencia, se trata de un hombre al decir de Pierre Bordeau que encarna la simbología como parte del conocimiento y como parte del lenguaje expresado que lo hace sosteniblemente enriquecedor.
En su conferencia inolvidable Churata toma aire a una sola bocanada, mira fijamente al auditórium, hay un silencio afectivo y expectante y manteniendo cierta calma continúa: “Infortunadamente los fenómenos coloniales no hieren la radicalidad de la semilla genésica. Los genes son invulnerables a la acción de todo agente letal, por lo que si los fenómenos coloniales tiene valores políticos y económicos. No hieren la naturaleza histórica de los individuos, He aquí cómo el estudio del Ahayu-Watan, síntesis ontogénica y axiológica, plantea una verdad secular: Si el hombre es inmortal desde la semilla, estos es desde el alma, los muertos de ayer son los que nacen hoy” En estas palabras Churata reconoce la influencia colonial sobre el hombre peruano, pero, sobre esa influencia resalta el aspecto genésico como una razón de la naturaleza invulnerable, que se alza por encima de las circunstancias y del mismo universo. Gamaliel habla de los muertos, de su inevitable resurrección y se pregunta: “¿Por qué debemos estimar que la muerte es sólo una palabra y que no existe? Por que si ella existiese dejaríamos ipso facto de existir, desde el enfoque occidental” y sostiene rotundamente: “Nuestros muertos no están, ni estuvieron muertos nunca; están vivos junto a nosotros y en nosotros”. La inmortalidad de los muertos en Gamaliel se explica desde la semilla humana, en su sentido genético, que es aérea, en la lógica que posee capacidad de traslación, y es esencialmente mnemónico esto es que establece la relación individuo-memoria, y en ese sentido la no muerte en un pueblo es porque se tiene viva la memoria en sí mismo, la visión de los muertos en su sentido dialéctico y circular cobra sentido cuando se refiere al alfabeto de los incognoscible, con ello se encuentra parangón en la visión profunda que tenía también César Vallejo de los muertos cuando decía: “Los muertos no son, no pueden ser muertos de una vida que no han vivido” con lo que se refería que no puede haber muertos de algo que no se ha vivido, solamente hay muerte cuando se ha vivido.
Gamaliel Churata, antes de culminar su conferencia habló que de se sentía afortunado de ser una autor que se le concedía el privilegio de explicar su obra, que casi nunca ello sucedía, y de reencontrarse con una nueva generación de puneños que estaban interesados en lo que había hecho. Entonces en el epígono de su charla en aquella fecha especial señaló: “Los inkas metidos en la naturaleza criolla o mestiza, siguen por la ruta de su derecho histórico; y que la dialéctica de nuestro destino sólo puede resolverse cuando el Gran Imperio, que ellos forjaron a través de los milenios, recupere, dentro de las formas de la civilización, los ejes cardinales de su naturaleza. Entonces habremos puesto un pie en el camino de nuestra verdadera historia, y lo que llamamos Verú se hará la república del Tawantinsuyu. He aquí lo que he llamado el Realismo Psíquico, alfabeto de lo Incognoscible, punto de partida para estructura todo organismo político o mental. No se oculte a ustedes que esta esquematización, desprovista de pretensiones académicas, determina la radical transformación de los conceptos sociales, políticos e históricos que han predominado en el mundo hasta el siglo XX, y que su aceptación por la ciencia con autoridad señalará el arranque de una nueva cultura y hasta de nueva humanidad para todo el planeta”.
Finalmente, Gamaliel Churata agradeció la presencia de un nutrido público y pausadamente tomó asiento, escuchando resonar los aplausos. Sobre este último segmento de su charla podemos evidenciar que se sitúa en la verdadera dialéctica del que habla en el Pez de Oro, es decir de que nuestros antepasados inkas recuperarán formas de civilización, los ejes cardinales de la naturaleza para otros hombres de nuestro tiempo quienes harán la verdadera historia, más allá del deseo de regresar al Tawantinsuyu es válido el regreso a las formas y orígenes nuestros y ancestrales, y expresa Gamaliel Churata el ser conciente que su obra es una propuesta radical para transformar los nuevos conceptos sociales y políticos que han dejado del lado las culturas primigenias, y las memorias auténticas de nuestros pueblos fundados en los genes invencibles para perennizarse a través de los tiempos.
De todo lo expresado, y de lo que se propuso expresar en el Pez de Oro dos signos distinguen a Gamaliel Churata el de ser genitor de una nueva cultura y valoración del hombre americano, y el de proponer una nueva hermenéutica sobre los orígenes, sobre el lenguaje, y nuestras concepciones de mundo, que desde el alfabeto y la naturaleza Churata se plantea radicalmente cambiar. Por eso no es exagerado decir que todos nosotros si nos enmarcamos en una identidad cultural integral, tenemos nuestro Churata en el corazón, porque tenemos en la conciencia ese sentido de la semilla genésica, y aquél Puma que en nuestras vaivenes sociales y en el enfrentamiento con un cultura ajena prevalece, como sentimiento de lo más recóndito de singularidad y de la invulnerabilidad, que es nuestra dignidad de ser y de afirmarnos, lo que gracias a Gamaliel Churata se refuerza, se enaltece y se hace grito en nuestro interior.
Tal como señala Cynthia Vich: “La cosmovisión churatiana está completamente imbuída del animismo característico de la cultura andina y de un impulso religioso que proyecta al ser humano con la naturaleza. En los textos de Churata todo adquiere dimensiones míticas, y la grandiosidad de un proyecto como El Pez de Oro, revela su deseo de elaborar el gran texto religioso-cultural. La Biblia de la cultura andina de todos los tiempos” en ese orden de ideas agregamos que la labor que además tuvo Gamaliel con el Boletín Titicaca, con el grupo de Gesta Bárbara hablan de un hombre que fue conciente al entender que el seudónimo de Gamaliel significaba el iluminado, aquella antorcha que tenía que dar luz y desafío a las generaciones siguientes para configurar un nuevo rostro de país y de América. Los elementos míticos y religiosos acaso expresan la esperanza y la fe de una visión particular y universal que supo dotarle de energía de vibración cósmica para vertebrar un nuevo corpus de pensamiento y de identidad a través de una nueva conciencia del hombre frente al universo. Por eso, es que El Pez de Oro es una unidad orgánica intragénetica y multisimbólica, una filosofía que prefigura y desbroza esquemas de pensamiento, que genita la mortitud y resucita la nueva vida que aún queremos vivirla.
Ruth Hurtado, poeta paiteña
Hace 1 mes