martes, 1 de julio de 2008

Esta sí es firme y va dedicado para Gabriel Apaza ¡Con cariño!


El tiempo y la poesía en un libro que la lluvia no borrará

José Luis Ayala

La vanguardia será siempre la infinita búsqueda de nuevas formas de concebir y escribir poesía. Nada detendrá sus ansias de abrir nuevos caminos para que también otras generaciones la renueven y encuentren otras formas de realizarse. Así, la poesía será siempre fresca, nueva, distinta y a la vez la misma, dialécticamente hablando.

Poco interesan los críticos trasnochados cuando dicen que la vanguardia ha muerto. No entienden que el deber de los auténticos poetas, entre otras tareas, es de crear siempre un nuevo lenguaje. Escribir con metáforas luminosas, darle vida al poema a base de un adecuado ritmo, pero sobre todo encontrar otras formas de escribir.

Y esa es precisamente la virtud de un poeta vanguardista como Rudy Frisancho, quien se ha propuesto tomar en cuenta las conquistas de la tradición de la poesía vanguardista, pero además imprimirle su propia visión, pasión humana y hálito poético. Nada más placentero entonces, para quien durante más cuarenta y cinco años se ha dedicado a escribir y ha producido cuarenta libros, todos de corte vanguardista y con distintos campos semánticos.

Por eso, la lectura de este libro me ha traído a la memoria, las apasionantes, desesperadas y afiebradas noches que viví en París, durante los meses de abril a junio 1999. Quería leer a Stéphane Mallarmé y no había un solo libro en venta, naturalmente en idioma español, en las librerías de la rue de Sena. Por fin en la Biblioteca Nacional, encontré buenas traducciones de algunos de sus poemas.

De modo que la única salida era aprender bien el francés para entender a cabalidad el libro: Un coup de dés jamais n’abolira le hassard. Una jugada de dados nunca abolirá el azar, en español. Y así fue, hasta que más o menos chajchaba el idioma de Rimbaud y poco a poco entré a ese mundo del que jamás volví a salir, el universo de la vanguardia literaria. Sobre todo de la vanguardia literaria con moral pública como poeta, observando siempre un comportamiento vanguardista con vocación e identidad política como escritor.

Años más tarde, me encontré en París con mi amigo el celebrado poeta Rodolfo Hinostroza y me aseguró haber encontrado una editorial para la publicación del libro del padre y maestro Mallarmé. Efectivamente, así lo hizo y fue la primera edición en español del texto completo, toda vez que se había publicado parte de él, en revistas y libros, pero no con el formato que le diera su autor francés.

Viene ahora a mi memoria hechos que casi había olvidado. Las discusiones, desafíos y lecturas de los manifiestos literarios y políticos de vanguardia después de la Primera Guerra Mundial. Las declaraciones de pintores y poetas de la entre guerra. Sobre todo las lecciones de literatura vanguardista en la Ecole Practique des Hautes Studes de París, cuando era una delicia escuchar a docentes que afirmaban: “no hay poeta, escritor o intelectual vanguardista que no pertenezca a la vanguardia política de su época”.

Es por esa razón que no han faltado académicos ignorantes, intelectuales con pisi-cultura, que sostienen: no habiendo una revolución social y política, tampoco hay vanguardia literaria y es o no es verdad. La vanguardia nació en Europa como respuesta al orden literario caduco y evidente falta de renovación. Sucede que cada vanguardia en América Latina, se circunscribe en un tiempo histórico aparte, independientemente de los hechos bélicos. Ahora se puede leer en el Perú a Mallarmé, debido a la impecable traducción del francés al español, así como al trabajo maravilloso de Ricardo Silva Santisteban, quien gracias a la Pontificia Universidad Católica del Perú, ha publicado las obras completas del poeta soldado. De no haber sido Mallarmé tal vez nunca hubiera aprendido bien el francés que tanto me ha servido, hasta para trabajar de lava platos en el famoso restaurante Mediterráneo donde conocí a Salvador Dalí. En ese entonces, quienes hablaban de Mallarmé, solo habían leído traducciones mediocres y hasta falsarias. Pero antes de Marllarmé, mi maestro fue Carlos Oquendo de Amat, de quien debía escribir su biografía y hacer la crítica literaria correspondiente y así fue.

De modo que debido al conocimiento acumulado y continuo aprendizaje, es posible afirmar que el libro de Rudy Frisancho, está creado dentro de los cánones que exige la vanguardia posmoderna, la indagación y permanente necesidad de destruir el lenguaje. Pero al mismo tiempo, de reconstruirlo palabra a palabra, paso a paso hasta constituir una visión del mundo y otra forma de escribir, siempre renovada.

Ese es el valor y acierto de este joven poeta vanguardista Rudy Frisancho, llamado a convertirse después en un gran hechicero de la palabra. Se ha propuesto y en buena hora, hacer del tiempo un poema plural y de la poesía, un tiempo lleno de movimiento semántico. El lector avanza con el segundero de la semántica, se abre camino con el minutero de la palabra, exploradora y sigue confiado en su infinito viaje hacia otra forma de crear una poesía de traslación continua.

De modo que la lectura se enriquece en la medida que se avanza y operan las manecillas del reloj de la poesía. Y en verdad resulta alucinante, inesperado, mágico, cálido y novedoso. No solo por el conocimiento y dominio de la nueva vanguardia, sino debido al talento innato de Frisancho. Ahora, no debe hacer caso a quienes no conocen la vanguardia y tampoco hayan leído a los poetas vanguardistas de siempre.

Así, bien podríamos decir, que Mario Vargas Llosa está equivocado cuando afirma que Julio Cortázar ha envejecido en poco tiempo y Rayuela ya no es la novedad de la novela. Al contrario, como quiera que para el escritor ideólogo del sistema de la exclusión, solo vale lo que él y sus acólitos escriben, Cortázar no solo es admirado sino muchos escritores hemos aprendido debido a él, a amar sin límites a la literatura de vanguardia,

Y es mejor decirle públicamente a Rudy Frisancho que no haga caso al Chavetero de la literatura regional, al Pedro Navaja de la poesía, al Chairero de la frustración y la amargura. Menos aun al Cogotero de rostro siniestro de la literatura andina, al Aeda que odia a la lluvia porque quiso lavar su ropa, al Premio novel de la asquerosidad, al antólogo de la miasma, a la inmundicia en persona (creación de Vargas Llosa). Tiene que escuchar a solo quienes hayan escrito mejor y tengan ética y moral pública indiscutibles. No debe prestar oídos a los desconocidos, a los celebérrimos ebrios dominicales, a los escritorzuelos que tratan de ocupar un espacio, manchando nombres con alcohólicos eructos de borracheras pueblerinas intranscendentes.

Pero es mejor dejar en libertad al propio lector para que se deleite, se vacile solo y descubra paso a paso este libro maravilloso, limpio como la mirada de un niño. Dejemos que el lector haga su propio viaje, llegue a un mundo en el que sea posible afirmar: el poeta es y será siempre un subversivo de la semántica. Nada lo contenta porque ha nacido para transformar la realidad en imágenes, en metáforas y una distinta forma de escribir.

Me alegra sinceramente que Rudy Frisancho haya empezado a escribir como un auténtico militante de la vanguardia literaria peruana. Lo abrazo cariñosamente y le deseo lo mejor, porque yo no tengo envidia, no me incomodan los nuevos poetas y narradores. Debe ser porque mi trabajo literario es plural y se desarrollara en varios géneros literarios, lejos de la aldea llena de odios y rencores.

Lo saludo y celebro su presencia en el Parnaso donde pocos son lo elegidos y muchos lo que de todos modos quieren entrar. Yo no tengo el sentimiento del bien limitado, no me incomoda la presencia de nuevos intelectuales ni escritores. Al contrario, sé que cada uno trae su propia voz y sus libros se defienden solo. Y me alegra mucho más porque con él se renueva la esperanza de morir, una tarde de un lunes sin lluvia, sabiendo que la vanguardia continuará viva.

Lima, aka millasiña markana,
sinti llakisiñakaw purintu.